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Todo fue un delirio de naufragos después del naufragio, un estupor y una furia de pálidos buzos ciegos. Una casa que ardía como un faro. (Una mujer que amé y perdí.) Luego fue la dura y fría hora de partir. De nuevo abandonada. (Y, otra vez, volvería a sus mareas y corrientes y a la cruz de sus brazos para olvidar esta desesperada canción, al cartero que siempre llama insistentemente y al propio vate chileno.)
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Mongo entero estaba en ese trozo de piedra.
Todo fue un delirio de naufragos después del naufragio, un estupor y una furia de pálidos buzos ciegos. Una casa que ardía como un faro. (Una mujer que amé y perdí.) Luego fue la dura y fría hora de partir. De nuevo abandonada. (Y, otra vez, volvería a sus mareas y corrientes y a la cruz de sus brazos para olvidar esta desesperada canción, al cartero que siempre llama insistentemente y al propio vate chileno.)
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Mongo entero estaba en ese trozo de piedra.
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Y, ahora, ¿seré capaz de volver a los mundanos asuntos ?
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